Dayana viene




Dayana viene del Asia, y todo su pasado y el de su tierra, se hacen enigma. 
Una ligera curva en el cuello no le deja exhibir la cabeza con la altanería que lo haría en casa. 
Sonríe fácil, y ríe más fácil, la risa como segunda voz, 
su lenguaje auténtico, y como un ser tan idéntico a los demás sorprende su capacidad de emitir sonidos guturales tan agudos.
Un maquillaje rodeando los hilos de su piel le dan una máscara necesaria y fútil a la vez.
Enfrente suyo está Heather, rubia que mira con ojos fulgurantes. 
Dayana no se preocupa por las cortesías, ella quiere hablar 
aunque el inglés le luzca torpe en su voz. 
Se traba y destraba con la impresión de que fluirá en la próxima palabra . 
Su madre está enferma, vieja además, depende de ella. 
Nadie puede imaginar cuánto le importa su mamá, o su homenaje. 
Heather hace muecas de solidaridad con aquella anciana
y Dayana arremete con más detalles. Heather no entiende. 
Se acaba de dar cuenta de que no quiere entender
y Dayana no quiere darse cuenta de que aburre, 
Heather la mira sorprendida 
de que no haya rubor por tanta confesión íntima.
Dayana ya tiene los ojos viejos, los párpados pesan aún en su ligereza. 
Mira a Heather con la serenidad de la descarga.
Une sus manos enfrente suyo, y mira fijamente a Heather enrolándola en su próximo capítulo.
La anciana madre siempre necesita más energías de sus retoños 
que se retuercen en el sacrificio de sufrir por ella. 
Thais, rubia, sabe que Dayana ha hablado demasiado, 
así que calla, 
y de su rostro no sale ni un solo gesto. 
Cuando la narración es menos intensa, levanta los ojos y mira a Dayana, 
distante en su territorio asiático 
desde donde fluyen parientes con problemas.

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