Gente
Un pulóver gris ajustando carnes magras pero vencidas, la nariz de carnicero,
los brazos llevados a la espalda para rascar la piel enviciada, yerguen fugazmente el torso, que, luego del estiramiento forzoso, se encorva apoyado en una caja de músculos y huesos
tras un libro.
Leen. Es una pareja hecha para acompañarse.
Delgados por consecuencia directa de un alimentarse a conciencia
y de genes a los que miran sin alarmas.
Han pasado medio siglo juntos. Hablan cuando el silencio les estorba.
Pero cada palabra es medida: cada palabra es de apoyo.
Leen. Los espejuelos sobre los ojos que ya no tienen lascivia.
Ella mira a hurtadillas cómo él se limpia un diente con el canto de una uña,
y vuelve a mirar el libro. Así es, piensa. Y así debe ser.
El pelo descansando en los omóplatos tiene unos visos amarillentos hacia el final de su caída.
La cabeza que los sostiene gira y los pelos, no pueden votar
por estar enganchados al cuero cabelludo ni cambiar su forma y disposición,
alejándose un tanto de los omóplatos.
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